Nunca hubo un principio ni un fin. Eramos y Somos Uno con Dios eternamente. Pero en un instante, decidimos creer que en realidad no formabamos parte de él. Nos creimos separados de Dios. El ego hizo su aparición. En ese mismo instante, surgió un Universo. Galaxias, estrellas, planetas, hoyos negros... Separación y mas separación. Y también, en ese mismo instante parecimos sumergirnos en un sueño profundo, en el cual ya no éramos uno, todo era separación aparente. Nuevas formas de vida aparentaron surgir en ese pequeño instante sin tiempo.
Tuvimos conciencia. La conciencia nos hizo individuos, nos hizo cuerpos. Ella nos dice que el otro no puede ser yo, porque yo tengo un cuerpo y el otro tiene otro cuerpo. Un cuerpo, por cierto, muy diferente. También existen muchas otras diferencias entre yo y el otro que nos harán entrar en conflicto. Ahora Dios era el malo en nuestro instante de sueño, porque para nosotros, Él había creado este mundo de separación, con sus galaxias y estrellas, con sus planetas. Y con su caos y muerte. Olvidamos que si Dios es eterno, no pudo haber creado un mundo finito, o no nos pudo haber dado un cuerpo condenado a muerte.
Y por si fuera poco, en nuestro sueño existía “el otro” del que había que cuidarse, defenderse, y al cual había que atacar, porque el cuerpo nos hacía muy vulnerables en nuestro sueño. Olvidamos que todos somos Uno.
Pero la realidad es que nunca dejamos de ser Uno con Dios. El nos habló y nos sigue hablando, pero estamos dormidos y soñamos, y no lo vemos, ni lo escuchamos. El ego fabricó el Universo, no Dios. En ese instante en el que comenzamos y terminamos de soñar, se encierran nuestros tiempos, (presente-pasado-futuro) todo ha pasado, está pasando y ya pasó. También en ese instante en que decidimos soñar que éramos cuerpos, y que estábamos separados de Dios, surgió el Espiritu Santo. Fue, es, y será la respuesta simultánea de Dios a nuestro sueño de separación. Y en ese mismo instante es en el que seguimos, viviendo una vida, luego muriendo, viviendo otra, y otra hasta que un día, decidamos que el instante de sueños de muerte y separación se termine, regresemos a la conciencia de que somos Uno, y no haga falta soñar con más vidas y muertes. De hecho, todo esto ya ocurrió.
El espiritu santo nos habla entre nuestras pesadillas y poco a poco nos lleva a un sueño más dulce, hasta que por fin, nos despierta al Mundo real, y entonces vivimos un instante santo en el que volvemos a elegir, pero ahora optamos por reconocernos como realmente somos.
A dos años de el último post...
Hace 13 años
3 comentarios:
Coincido contigo. Todos somos uno y la separacion solo es aparente.
Saludos!
No hay fin ni principio
no hayyo ni hay vos
pero el secreto paradojal consiste en remontarnos al origen
aceptar los cierres de ciclos
y en ver al otro y verme a mí en los otros...
caminando por paradojas desde la conciencia al ensueño
abrazos
Pasando a saludar...
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